Cuchara en Espinardo

El chuletón de vaca vieja es una de las especialidades del restaurante. / vicente vicéns / agm
El chuletón de vaca vieja es una de las especialidades del restaurante. / VICENTE VICÉNS / AGM

Salsola ocupa el hueco de Paco del Alfonso X con una buena oferta de guisos diarios, tapas y pescados y carnes a la brasa

SERGIO GALLEGO Viernes, 30 noviembre 2018, 23:36

El afán de Salsola por ofrecer una carta tan diversa como su posible clientela puede que le haya llevado a satisfacer moderadamente a todo el mundo, sin enamorar a nadie. Bueno, a quienes buscan un plato caliente, reposado, sano y nutritivo y bien ejecutado, a esos los tiene ganados desde el primer día con el plato -no tiene menú- de cuchara que ofrece por seis euros. De lunes a jueves, guiso con costillejas, potaje de espinacas y bacalao, fabada asturiana o guiso marinero. Los viernes, sábados y domingos, a la carta. Como veis en las recetas, una fuerte influencia del norte, dado que la procedencia del cocinero es asturiana. El local está situado donde anteriormente se encontraba Paco del Alfonso X, a lo que además se le ha sumado una terraza que debe de ser muy agradable cuando el tiempo lo permita.

También encontramos un buen número de tapas que no están nada mal. La versión del caballito, por ejemplo, sustituye la masa ‘orly’ o la tempura por una crujiente de pasta ‘brick’ en un intento más o menos claro de diferenciarse del entorno. Además, una decoración de flores en juliana de colores violáceos, amarillos y naranjas arropan a la gamba en gabardina.

Restaurante Salsola, Espinardo (Murcia)

Dónde:C/ Central, 10. Espinardo (Murcia)Tlf.968 148 749.Horario:no cierra.Precio:plato del día, seis euros. Unos 35 euros, a la carta.

La Gilda, ‘pintxo’ clásico vasco -guindilla en aguasal dulce, anchoa y aceituna- se come de un bocado y, por unos momentos, uno puede evadirse hasta el casco antiguo de San Sebastián con esta combinación tan equilibrada. Para mi gusto, le faltaría estar conservada en aceite, aunque no es fundamental. Al empezar el servicio, el camarero me ofrece un pan de barra tostado y rebanado con aceite y pimentón, gesto norteño al que todavía no he sabido tomarle el pulso, ya que me parece muy difícil disfrutar de un pan que, lo cojas por donde lo cojas, te mancha los dedos de aceite.

Como restaurante que se precie, Salsola dispone de su versión del tartar de atún. En este caso suma dos técnicas o ingredientes bastante recurrentes, como son la mahonesa de ‘kimchi’ y la maceración del pescado en soja. Lo disponen en una tostada de pan con una base de la mezcla de mahonesa y la salsa fermentada oriental y, encima, el tartar de atún con cebollino en una propuesta informal a la par que efectiva.

Rodaballo desespinado

Y es que las brasas son un arte, le pese a quien le pese. Quizás -no digo que ocurra en este restaurante- el problema que estamos teniendo es que hemos entendido que son un reclamo para los clientes, que a todos nos gustan mucho, pero nos hemos dejado engatusar por la oferta de hornos de brasas que no alcanzan altas temperaturas para asar las carnes o pescados con eficacia, placas de piedras volcánicas que lo único que hacen es dibujar el exterior de los filetes y demás inventos que son más limpios y cómodos para trabajar, pero que no terminan de dar un resultado óptimo. Ya que más que asar, cuecen. Y, en apariencia es lo mismo, pero no es igual. Ni mucho menos. Para terminar, el atento camarero me ofrece una cuajada de Espinardo, elaborada con una receta de su abuela con un poco de miel de romero. Densa y contundente, la cuajada rebosa tradición.


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